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El coraz�n de nuestra fundadora

Santa Mar�a Eufrasia Pelletier

Hace doscientos a�os, en una isla bella pero lejana, llamada Noirmoutier, en Francia, naci� una ni�a, hija de prisioneros exiliados de la Revoluci�n Francesa. La Peque�a Rosa Virginia Pelletier disfrutaba en su isla-prisi�n entre los pinos y la arena que bordeaban las aguas azules.

Pero una familia cari�osa no bastaba para ocultar el lado oscuro de la vida; traficantes de esclavos, en la costa, la muerte inesperada de su padre, el ingreso en un internado sin alegr�a fuera de la isla lejos de todo lo que le resultaba pac�fico y tranquilizador, la p�rdida de su madre cuando era una jovencita.

Una chispa de compasi�n por otros que se encontraban con los mismos problemas empez� a arder en el coraz�n de esta joven hasta convertirse en un fuego consumidor. Cuando se enter� del trabajo por Nuestra Se�ora de la Caridad del Refugio, donde acog�an a mujeres y ni�as en situaciones abusivas, destructivas y peligrosas, casi estall� su coraz�n. Aqu� era donde ella ten�a que estar. Y la casa de la Hermanas estaba en el mism�simo barrio de su internado. Dios le llev� hasta aqu� por un motivo determinado y ella respondi� con todo su coraz�n. En 1814 entr� en la Congregaci�n de Nuestra Se�ora de la Caridad del Refugio y tom� como patrona a Santa Eufrasia.

La generosidad de Santa Mar�a Eufrasia y su confianza en Dios crecieron y pronto le dieron la responsabilidad de cuidar a un grupo de ni�as y despu�s le hicieron l�der de la comunidad. Su fervor no ten�a l�mites. Quer�a que todos los hijos de Dios tuvieran un lugar seguro donde pod�an crecer y aprender sobre su amoroso Creador. Cre�a que cada persona ten�a una profunda importancia para Dios, con una llamada o meta personal para participar y para que sus vidas mejorasen el mundo. Su confianza en que Dios le amaba sin l�mites segu�a creciendo. A trav�s de la oraci�n diaria y escuchando profundamente a Dios y su propio esp�ritu fue impulsada a formar una comunidad que era misionera (apost�lica), dando oportunidad para alcanzar a todo el mundo en busca de los heridos en el coraz�n o en el esp�ritu.

Tambi�n form� una rama Contemplativa de la comunidad, estrechamente vinculada a las Hermanas Apost�licas a trav�s de la oraci�n. Con la bendici�n de la Santa Iglesia, y entre algunos malentendidos penosos de la jerarqu�a y muchas de sus propias Hermanas del Refugio, Mar�a Eufrasia form� las Hermanas del Buen Pastor en Angers, Francia, en 1835. Era una l�der ingeniosa y pr�ctica que atra�a la ayuda de otras mujeres dedicadas y de muchas personas de esp�ritus afines. Cuando muri� en 1868, hab�a establecido 110 centros en 35 pa�ses, incluyendo Am�rica del Norte. Hoy d�a, aproximadamente 5,500 Hermanas, Activas y Contemplativas, sirven al pueblo de Dios en 68 pa�ses.

Misi�n (B�squeda Espiritual)
Mar�a Eufrasia cre�a en la Buena Nueva, que Dios era como un Pastor compasivo. Cristo en el Nuevo Testamento revel� a Dios como un ABBA (Padre), cuyo amor no ten�a l�mites al crearnos con dignidad. El mismo entreg� su vida a la misi�n redentora de salvaci�n del Padre, a trav�s de la obra del Esp�ritu de transformar a cada persona en la santidad de Dios. Mar�a Eufrasia siempre tuvo el valor de actuar iluminada por esta misma misi�n: amar y respetar la dignidad de la persona y hacer todo lo que ella pudiera por el bienestar de la gente.

Fe en Dios
Model� su fe en Dios para sus Hermanas en su propia manera de ser y en la prioridad que daba a la oraci�n, el respeto por los dem�s y amor por su vocaci�n.

Fidelidad
Tomando a Jes�s el Buen Pastor como la meta en su vida, para ella la felicidad era saber que segu�a las gracias que un Dios cari�oso le conded�a en su vida. La fidelidad a estas gracias inculc� en ella una profunda paz y felicidad que eran evidentes para los dem�s. Esta pr�ctica de fidelidad a su vocaci�n es lo que cre� la uni�n con Cristo, su Dios Pastor.

Humildad
Su intensa vida interior (relaci�n con su Dios) significaba para ella que Dios ser�a su defensa y su Pastor durante toda su vida. Esto le llenaba de confianza en s� misma para hacer el bien a pesar de cr�ticas personales severas. Para ella, su confianza completa en Dios le llevaba a confiar tambi�n en los dem�s. La gente respond�a a su trato humilde y respetuoso.

La Cruz
Nadie, incluso Mar�a Eufrasia, deseaba el sufrimiento de por s�. Sab�a que el sufrimiento es una realidad en la vida de casi todo el mundo y trabaj� para que sus vidas fuesen m�s felices. Cumplir con esta “Obra Santa” del Buen Pastor, significaba muchos d�as llenos de dolor emocional y f�sico. Consideraba su propio sufrimiento como una realidad positiva. Ella cre�a y ense�� a sus Hermanas que la vida, el crecimiento y la esperanza pueden llegar a trav�s del dolor, la tristeza y la desilusi�n. Ella y sus Hermanas tomaron el s�mbolo del Pastor, que entrega su vida por otros.

La vida sacramental de la Iglesia
Mar�a Eufrasia encontr� un hogar en la Iglesia a trav�s de su vida sacramental, el a�o lit�rgico, y las Escrituras como signos de la presencia viva de Cristo en el mundo. La Eucarist�a, para ella, era el mayor don de la merced de Dios, el misterio del amor de Dios por ella. Al recibir la Eucarist�a cada uno de nosotros nos unimos con Cristo que se da, bendito, roto y transformado.

Su fervor es revalidado por la Iglesia al extender y proteger su misi�n. Esta es la obra y actuaci�n del Esp�ritu, que anima la misi�n y las obras de la Iglesia. El gozo de Mar�a Eufrasia era saber que ella y la Iglesia eran uno con Cristo y todo el pueblo de Dios.

Mar�a Eufrasia misma fue transformada gracias a su fidelidad al pueblo de Dios. La Iglesia declar� santa esta fidelidad, y fue elevada a Santa en 1940. Santa Mar�a Eufrasia probablemente dijo ese d�a: “No podr�a haberlo hecho sin vosotros”. De hecho, siempre dec�a esto en sus m�ltiples cartas alentadoras que enviaba a las Hermanas que ministraban por todo el mundo.

�sta es s�lo la historia de una persona que sent�a interiormente el movimiento de Dios en su coraz�n y correspondi�. Dios hizo lo dem�s....y la cosecha desbordaba y la alegr�a era total. Cada persona puede preguntar, “�C�mo habla el Dios Pastor caritativo dentro de m�...c�mo puedo escuchar y actuar m�s fielmente?"

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