Pero
una familia cari�osa no bastaba para ocultar el
lado oscuro de la vida; traficantes de esclavos, en la
costa, la muerte inesperada de su padre, el ingreso en
un internado sin alegr�a fuera de la isla lejos
de todo lo que le resultaba pac�fico y tranquilizador,
la p�rdida de su madre cuando era una jovencita.
Una
chispa de compasi�n por otros que se encontraban
con los mismos problemas empez� a arder en el coraz�n
de esta joven hasta convertirse en un fuego consumidor.
Cuando se enter� del trabajo por Nuestra Se�ora
de la Caridad del Refugio, donde acog�an a mujeres
y ni�as en situaciones abusivas, destructivas y
peligrosas, casi estall� su coraz�n. Aqu�
era donde ella ten�a que estar. Y la casa de la
Hermanas estaba en el mism�simo barrio de su internado.
Dios le llev� hasta aqu� por un motivo determinado
y ella respondi� con todo su coraz�n. En
1814 entr� en la Congregaci�n de Nuestra
Se�ora de la Caridad del Refugio y tom�
como patrona a Santa Eufrasia.
La
generosidad de Santa Mar�a Eufrasia y su confianza
en Dios crecieron y pronto le dieron la responsabilidad
de cuidar a un grupo de ni�as y despu�s
le hicieron l�der de la comunidad. Su fervor no
ten�a l�mites. Quer�a que todos los
hijos de Dios tuvieran un lugar seguro donde pod�an
crecer y aprender sobre su amoroso Creador. Cre�a
que cada persona ten�a una profunda importancia
para Dios, con una llamada o meta personal para participar
y para que sus vidas mejorasen el mundo. Su confianza
en que Dios le amaba sin l�mites segu�a
creciendo. A trav�s de la oraci�n diaria
y escuchando profundamente a Dios y su propio esp�ritu
fue impulsada a formar una comunidad que era misionera
(apost�lica), dando oportunidad para alcanzar a
todo el mundo en busca de los heridos en el coraz�n
o en el esp�ritu.
Tambi�n
form� una rama Contemplativa de la comunidad, estrechamente
vinculada a las Hermanas Apost�licas a trav�s
de la oraci�n. Con la bendici�n de la Santa
Iglesia, y entre algunos malentendidos penosos de la jerarqu�a
y muchas de sus propias Hermanas del Refugio, Mar�a
Eufrasia form� las Hermanas del Buen Pastor en
Angers, Francia, en 1835. Era una l�der ingeniosa
y pr�ctica que atra�a la ayuda de otras
mujeres dedicadas y de muchas personas de esp�ritus
afines. Cuando muri� en 1868, hab�a establecido
110 centros en 35 pa�ses, incluyendo Am�rica
del Norte. Hoy d�a, aproximadamente 5,500 Hermanas,
Activas y Contemplativas, sirven al pueblo de Dios en
68 pa�ses.
Misi�n
(B�squeda Espiritual)
Mar�a Eufrasia cre�a en la Buena Nueva,
que Dios era como un Pastor compasivo. Cristo en el Nuevo
Testamento revel� a Dios como un ABBA (Padre),
cuyo amor no ten�a l�mites al crearnos con
dignidad. El mismo entreg� su vida a la misi�n
redentora de salvaci�n del Padre, a trav�s
de la obra del Esp�ritu de transformar a cada persona
en la santidad de Dios. Mar�a Eufrasia siempre
tuvo el valor de actuar iluminada por esta misma misi�n:
amar y respetar la dignidad de la persona y hacer todo
lo que ella pudiera por el bienestar de la gente.
Fe
en Dios
Model� su fe en Dios para sus Hermanas en su propia
manera de ser y en la prioridad que daba a la oraci�n,
el respeto por los dem�s y amor por su vocaci�n.
Fidelidad
Tomando a Jes�s el Buen Pastor como la meta en
su vida, para ella la felicidad era saber que segu�a
las gracias que un Dios cari�oso le conded�a
en su vida. La fidelidad a estas gracias inculc�
en ella una profunda paz y felicidad que eran evidentes
para los dem�s. Esta pr�ctica de fidelidad
a su vocaci�n es lo que cre� la uni�n
con Cristo, su Dios Pastor.
Humildad
Su intensa vida interior (relaci�n con su Dios)
significaba para ella que Dios ser�a su defensa
y su Pastor durante toda su vida. Esto le llenaba de confianza
en s� misma para hacer el bien a pesar de cr�ticas
personales severas. Para ella, su confianza completa en
Dios le llevaba a confiar tambi�n en los dem�s.
La gente respond�a a su trato humilde y respetuoso.
La
Cruz
Nadie, incluso Mar�a Eufrasia, deseaba el sufrimiento
de por s�. Sab�a que el sufrimiento es una
realidad en la vida de casi todo el mundo y trabaj�
para que sus vidas fuesen m�s felices. Cumplir
con esta “Obra Santa” del Buen Pastor, significaba
muchos d�as llenos de dolor emocional y f�sico.
Consideraba su propio sufrimiento como una realidad positiva.
Ella cre�a y ense�� a sus Hermanas
que la vida, el crecimiento y la esperanza pueden llegar
a trav�s del dolor, la tristeza y la desilusi�n.
Ella y sus Hermanas tomaron el s�mbolo del Pastor,
que entrega su vida por otros.
La
vida sacramental de la Iglesia
Mar�a
Eufrasia encontr� un hogar en la Iglesia a trav�s
de su vida sacramental, el a�o lit�rgico,
y las Escrituras como signos de la presencia viva de Cristo
en el mundo. La Eucarist�a, para ella, era el mayor
don de la merced de Dios, el misterio del amor de Dios
por ella. Al recibir la Eucarist�a cada uno de
nosotros nos unimos con Cristo que se da, bendito, roto
y transformado.
Su
fervor es revalidado por la Iglesia al extender y proteger
su misi�n. Esta es la obra y actuaci�n del
Esp�ritu, que anima la misi�n y las obras
de la Iglesia. El gozo de Mar�a Eufrasia era saber
que ella y la Iglesia eran uno con Cristo y todo el pueblo
de Dios.
Mar�a
Eufrasia misma fue transformada gracias a su fidelidad
al pueblo de Dios. La Iglesia declar� santa esta
fidelidad, y fue elevada a Santa en 1940. Santa Mar�a
Eufrasia probablemente dijo ese d�a: “No
podr�a haberlo hecho sin vosotros”. De hecho,
siempre dec�a esto en sus m�ltiples cartas
alentadoras que enviaba a las Hermanas que ministraban
por todo el mundo.
�sta
es s�lo la historia de una persona que sent�a
interiormente el movimiento de Dios en su coraz�n
y correspondi�. Dios hizo lo dem�s....y
la cosecha desbordaba y la alegr�a era total. Cada
persona puede preguntar, “�C�mo habla
el Dios Pastor caritativo dentro de m�...c�mo
puedo escuchar y actuar m�s fielmente?"
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