Nuestros
corazones se forman y se enternecen gracias a la gente
a la que servimos. Confrontamos directamente las “estructuras
de nuestro mundo, que rebajan la dignidad de la persona
humana.”
Vemos
la cara de Dios sufriendo en el inmigrante indocumentado
o la prostituta despreciada, y escuchamos la risa de los
ángeles en familias que hemos reconciliado. En
vez de pensar tristemente en una oportunidad perdida,
comenzamos de nuevo con lo que haya a mano, no importa
su tamaño, como el brillo de una estrella en un
charco embarrado.
Nos
enfocamos en las mujeres que tienen ganas de aprender
la merced y la compasión del corazón del
Pastor, a cuyo corazón volvemos una y otra vez
para fortaleza, dirección y consuelo.
Los
ministerios y servicios de las Hermanas del Buen Pastor
son muchos y variados porque nuestro deseo de servir sólo
se limita por los muros de nuestro mundo en crecimiento.
¿Has visto hasta dónde llega su extensión?
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